La Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ha elegido el 2018 como el Año Internacional de los Camélidos, que son el principal medio de subsistencia de millones de familias que habitan los entornos más hostiles en 90 países.
Estos mamíferos de Asia, norte de África y América del Sur, se convierten en una importante fuerte de carne y leche, lo que asegura la alimentación diaria, sobre todo en el extenso altiplano andino de América del Sur.

Además del aporte de proteínas, las cuatro especies de camélidos de Sudamérica –llamas, alpacas, vicuñas y guanacos– proporcionan fibras para la elaboración de ropa a las comunidades indígenas. Pero también suministran fertilizante orgánico que garantiza la producción agrícola de subsistencia, además de ser un símbolo de la identidad cultural de las comunidades indígenas ancestrales.
Por su facilidad a adaptarse a diferentes medios atravesando grandes distancias y a enfrentarse a la variabilidad del clima –sobreviviendo durante largos periodos sin agua–, camellos y dromedarios salvajes y domésticos se hacen indispensables para la vida de los pastores nómadas, ya que se utilizan como bestias de carga.
Los camélidos aparecieron en América del Norte en el Plioceno. Hace tres millones de años, migraron hacia África y Asia a través del estrecho de Behring donde evolucionaron para formar la tribu de los Camelini. Los camélidos migraron igualmente hacia el sur por el istmo de Panamá y se expandieron en América del Sur donde formaron la tribu de los Lamini. Finalmente los camélidos ancestrales desaparecieron en América del Norte.
También se les conoce con el nombre de tilópodos – del griego «pies con almohadillas». Los camélidos no tienen pezuñas, tienen dos dedos con uñas en cada pie y almohadillas de plantar.
Fuente: agenciasinc.es