Cuando viajamos en coche podemos saber a qué velocidad vamos con tan solo mirar el cuentakilómetros y, al mismo tiempo, saber donde estamos exactamente. Es decir, podemos conocer con muchísima precisión la posición y la velocidad de un objeto en un instante dado.
Pero, ¿y si queremos saber la posición y la velocidad de, por ejemplo, un electrón?
El físico Werner Heisenberg se dio cuenta de que, como casi siempre, en el mundo cuántico las cosas son un poco distintas y enunció su famoso PRINCIPIO DE INCERTIDUMBRE, o de indeterminación como le gustaba llamarlo a él.
Este principio afirma que es imposible medir simultáneamente de forma precisa la posición y el momento lineal de una partícula. Heisenberg fue galardonado con el Premio Nobel de Física en 1932. El principio de incertidumbre ejerció una profunda influencia en la física y en la filosofía del siglo XX.
«No se puede conocer con total precisión la posición y la velocidad de una partícula subatómica (como por ejemplo un electrón) en un momento dado».
Si sabemos dónde está el electrón no podemos saber su velocidad, y viceversa, si sabemos su velocidad no podemos saber dónde está. Solo podemos conocer un parámetro a la vez.
Lo que miras lo cambias
Si con nuestro microscopio utilizamos un fotón para ver un electrón, ambos chocarán y habremos cambiado la posición del electrón o le habremos dado o quitado un poco de velocidad. Por eso, da igual lo preciso que sea nuestro aparato de medida, en el mundo cuántico las cosas son tan pequeñas que no podemos evitar perturbarlas cuando las miramos.
Gracias al Principio de Incertidumbre podemos entender fenómenos físicos como el que se da cuando átomos y moléculas ocupan un mismo espacio sin riesgo a que colapsen.