Famosos por sus incursiones marítimas y sus heroicas batallas, los vikingos fueron excelentes navegantes y comerciantes, que destacaron por la superioridad de su ingeniería naval.
La denominada «Era de los vikingos» comenzó con el asalto al monasterio de Lindisfarme, en la costa Inglaterra, en el año 793 d.C, y fue responsabilidad de una minoría de vikingos.
Su cultura homenajeaba a los poderosos y valientes guerreros, donde los jóvenes que luchaban por convertirse en líderes militares, eran temidos en la batalla y destacaban en los combates cuerpo a cuerpo.
Con un peculiar estilo, pasión por la ornamentación y un gran gusto por los metales preciosos, los vikingos fueron conquistando nuevos territorios y llegaron a establecer pequeñas poblaciones en Rusia, las islas escocesas, Irlanda, Islandia y Groenlandia.
Los antiguos mercaderes vikingos viajaban al sur para intercambiar pieles, armas y esclavos por monedas de plata árabes, que luego fundían y las utilizaban para crear nuevos objetos.
Las monedas se incorporaron tarde a la economía vikinga. Al parecer les interesaba más el material con el que estaban fabricadas, que el valor en si de las monedas.
Gracias a la arqueología, las sagas, la literatura y el relato del escritor árabe Ahmad ibn Fadlan, se sabe que solían incinerar a sus muertos en barcos.
Para ellos, los barcos eran su posesión más preciada y si no morían en el mar, eran enterrados junto a su embarcación en tierra firme, con sus armas y sus posesiones.
A las embarcaciones de los vikingos se las conoce como drakkar. La palabra «drakkar» es una transformación de un antiguo término islandés usado para llamar a los dragones.
En Oslo (Noruega) existe un Museo de Barcos Vikingos, en el que mediante una película proyectada sobre el techo abovedado se puede vivir una increíble experiencia vikinga.